«LA SEÑORA DE BLANCO». CUANDO LA VIRGEN DEL ROSARIO SE APARECE ANTE LOS VECINOS DE HERRERÍAS.

A mediados del siglo XIX, enlutados vecinos de Herrerías, se lamentaban
y lloraban por lo sucedido. Un trágico accidente en una de las minas del
partido de Herrerías, en la Villa de El Garbanzal, dejaba a la pequeña
población conmocionada.
¡La “curpa” fue del patrono de la
mina!,
era la frase que hacía eco por las calles de esta cuenca minera. Era
tal el punto de presión, que llegó a tener el propietario de dicha explotación
minera, que cuenta la tradición, tuvo que abandonar el pueblo e incluso el
país.
Los vecinos querían venganza, el patrón debía de pagar por las muertes
de los jornaleros, eso hacía que los pobladores ofuscados, no acudieran ni a
rezar por ellos.
Una tarde en la que los feligreses acudían a la ermita, un halo blanco hacía
presencia. Una mujer vestida de blanco con un rosario en la mano aparecía en el
altar de la tosca y húmeda ermita.
La mujer le habla a los allí presentes, pidiéndoles que rezaran por las
almas de los fallecidos en la mina.
Una vez terminado el mensaje, la bella mujer inmaculada saldría de la
iglesia levitando, es cuando los feligreses comienzan a creer que la misteriosa
mujer que les visitó, era la Virgen del Rosario.
Desde ese entonces los habitantes de Herrerías, primero y de La Unión después,
fueron muy devotos de la que nombrarían su patrona, la Virgen Ntra. Sra. del
Rosario.

La leyenda continua convirtiéndose en real, cuando años después, un
ciudadano de la villa, el tabernero del Mercado de Abastos, Antonio Vivancos
Martínez costearía el pago de una imagen, encargada al escultor Francisco
Sánchez Araciel. Una imagen que representara a la Virgen del Rosario, esa bella
mujer que se había aparecido a los vecinos años atrás. Y desde ese entonces presidiría
el altar de la vieja ermita, hasta que fue derribada, para ser emplazada por el
nuevo templo, emplazado en los terrenos de la fabrica Francesa.


                                                                                                                       Francisco Silvente.


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